En la próxima entrada voy a escribir una crónica detallada del Connected Learning Summit, la conferencia en la que participé hace un par de semanas, en el MIT. Estuvo muy buena, muy interesante. Este año se hizo en el MIT Media Lab, pero el próximo se hará en la costa oeste porque lo organiza lo que se denomina el DML Hub. Ahora les cuento un poco a nivel personal sobre esta experiencia que todavía me parece surreal.
Aunque empieza a fines de 2017, tenía ganas de hacer una experiencia internacional hace rato, nunca imaginé que la primera iba a ser ahí, pero ¡la vida te da sorpresas! 😀 En diciembre vi el llamado a enviar papers de los organizadores de este congreso en una lista de investigadores sobre Internet. Me llegaban mil avisos de congresos y convocatorias. Pero esta convocatoria apuntaba exactamente a las problemáticas que yo estaba trabajando: aprendizaje conectado.
Como vengo compartiendo en el blog estoy con dos líneas de investigación, una la del doctorado, la tesis sobre Castells. Y otra es lo que denomino mi «side project» que surge de la especialización en Filosofía con Niños y Jóvenes. Que el año pasado empezaron a confluir en algunas ideas a las que les di forma para el #CLS.
El deadline era en enero. No me olvido más esos días no sólo por el calor de Mendoza, sino porque me abstraje del mundo para escribir por primera vez en inglés. Y porque me estaba exigiendo de una forma nueva. Pensar y escribir en otro idioma, que hablo, pero que todavía aprendo.
Mi pensamiento siempre fue: «bueno, mando el paper, si no lo aceptan, al menos tendré algunas reviews que me servirán para seguir trabajándolo». Eso le comentaba a algunas personas en el verano. Pero nunca había escrito mis ideas con la libertad y forma en que ahí las puse. Y cuando me llegó el mail en abril aceptando mi trabajo, ¡¡que además tenía evaluaciones muy buenas!!, estuve un tiempo en las nubes. Literal.
Me costó varios meses, hasta la semana anterior a subirme al avión, caer. Principalmente, por tantos años de «No»!. Los/as que están cerca mío y los del mundo de la facultad saben de lo que hablo, ja! Por eso esto para mí fue muy especial, fue una alegría enorme, algo para lo que me exigí una barbaridad, y para lo cual no dejé de trabajar, estudiar, escribir, probar.
Y que fuera en el MIT, sigue siendo un flash. Ahora recuerdo los momentos de frustración por otras cosas que no salían, los recuerdo perfectamente porque me daban también más incentivos para darle mi impronta a mi experiencia académica. Y fue literalmente así como decidí mandar mi trabajo. Con el ánimo de «ok, una más, 100% a mi manera».
Esto lo digo, por un lado, en relación a la forma en la que se hacen las cosas en el sistema académico-científico en Argentina. Es muy estructurado. Para presentarte a cualquier cosa necesitás miles de papeles, avales, firmas, etc. Lamentablemente, para ciertas innovaciones se requiere una flexibilidad y apertura totalmente distintas. Y creo que es un poco lo que lograron los que organizaban este summit. Ni hablar sobre cómo la agenda científica para ellos es otra. Por otro, quizás mi trabajo estaba verde antes, o muy «encorsetado» de acuerdo a las formalidades que exigen acá. Esto fue: mandás tu trabajo, si lo evalúan ok estás in. Claro que, no te piden los miles de papeles y etcéteras burocráticos sino un trabajo original, y en inglés. Así que va por vos.
En fin, volviendo a mi experiencia. Estaba en las nubes, pero pensaba «voy, por un tubo»; jaja. Y empecé a organizar el viaje. Lo logístico, y la exposición. Sobre lo primero, tenía unos nervios terribles: lo técnico, las variables imprevisibles de Argentina, etc.
Sobre lo segundo. Practiqué bastante los meses previos, en el living de mi casa, en la oficina de algún profesor, etc. Sobre todo por el inglés, por si el cansancio o los nervios me traicionaban. Paralelamente estaba escribiendo algunos capítulos de la tesis, para la prueba que tengo que presentar. O sea, estaba muy cansada.
Llegué consumida, nerviosa, pero recorrí un poco, vi Killian Court y ya empecé a disfrutar. Se sentía muy bien todo. El ambiente es increíble, la gente es bastante casual, muy buena onda. Todos los que vas conociendo se interesan por tu trabajo, te hacen preguntas, etc. Ya ahí empecé a calmarme, sentía que estaba practicando. El lugar es un sueño, cada edificio te hace pensar en x u otro tipo que leíste, que estudiaste. Es fascinante, hermoso, espectacular, no hay otra forma de ponerlo.
Después estuvo el congreso, los temas, trabajos, personas, que ya les contaré. Pensaba mil cosas cada día sobre todo lo que pasaba: los espacios que generaban que interactúes con otros, como los almuerzos en la terraza, la forma en la que habían estructurado las charlas, la forma en la que exponen los yankees, las miles de diferencias con el sistema educativo-científico argentinos, etc. Las cosas que escuchaba, miles de ideas. Estaba muy estimulada.
En fin, a nivel personal ha sido muy importante. Tuve internamente mil sensaciones, que todavía estoy procesando, pero las resumo en un estado de felicidad, tranquilidad, confianza, y ganas de comer 🙂