Angela Duckworth, se pregunta en una charla TED que publiqué hace un tiempo «can you teach true grit»? (Se puede enseñar el talento?). Junto a otros científicos se preguntan ahora Can you teach character?, y arman un programa especial en la plataforma virtual de aprendizaje Coursera para maestros, sobre cómo enseñarlo.
Por un lado, me impresiona la obsesión de científicos de todo tipo, y de la «literatura» (libros, medios, blogs, papers) sobre este tema. Por otro lado, esa necesidad de entender la fórmula de los que tienen éxito, de los más inteligentes y talentosos, para poder identificarla desde que son chicos, potenciarla y/o replicarla, me genera varias reflexiones.
El año pasado leí The Art of Learning, sobre Watzkin, un niño prodigio de 8 años que ganó decenas de campeonatos de ajedrez, y comparte en ese libro algunas de sus técnicas o tips. Después de ese libro me pregunté qué corno puedo compartir con un ajedrecista de ocho años, y decidí dejar de comprar TODO tipo de literatura de ese estilo. Sí podría destacar sobre Watzkin o de otros casos del estilo: trabajan en forma persistente e intensiva para entender sus capacidades, límites y llevarlas a donde quieren.
Quizás mi generación tiene mucha de esa influencia, y me doy cuenta de que no está buena. Nuestras realidades no tienen nada que ver con The startup of you de Reid Hoffman, otro libro que leí y reseñé el año pasado. Muy lindo todo, pero mirar tantas historias de drop outs de universidades de élite e inversores estrellas no tiene mucho que ver con nuestro contexto, al menos el latinoamericano.
Por supuesto que está bueno tener sueños, ambiciones, proyectos, ser competitivo. Analizando cada caso de gente exitosa seguro que se podrán definir patrones, como el que señala Angela Duckworth de los niños con «true grit», pero el tema es no convertir al éxito o al talento en un fetiche.
Bloggers como Malcom Gladwell hace unos años o María Popova recientemente siguen insistiendo con el tema.
Gladwell dice talent is the desire to practice en una entrevista en la que pone de ejemplo a Los Beatles. No eran la mejor banda de Inglaterra, mucho menos tenían individualmente el talento que otros músicos tenían, pero sí tenían la persistencia y el hambre que los hacía practicar ocho horas por día antes de subirse medio ebrios a entretener groupies en cavernas rockeras. Ese entrenamiento y conocimiento cada vez más intensivo de ellos mismos, y de su capacidad, los hizo escribir y grabar discos increíbles en días. María Popova publicó en diciembre y recientemente algo sobre este tema: es el talento, el carácter, no el IQ lo que predice el éxito.
Hay una campaña muy agresiva, que leyendo semanalmente ciertos blogs, diarios, pueden ver, por presentar a la educación como un negocio. «Education needs to move as fast as business», leí el otro día y me resultó espantoso.
Pienso bastante en los incentivos/recompensas, y me pregunto también sobre la influencia del contexto en el que se aprende. Me pregunto si varios de los emprendedores, deportistas, intelectuales, músicos, etc. de nuestro país (o continente, y hasta en el mundo) se hubiesen destacado si no hubiesen tenido que remarla.
(Foto de Patrick Shannon)