La Alameda es el punto de entrada a la Cuarta Sección, que es una mezcla de terreno inhóspito y valle cultural al mismo tiempo. Además de incluir históricamente al Área fundacional de Mendoza (el próximo post se referirá en profundidad a dicha zona) la Cuarta es por excelencia el refugio de artistas, músicos, gente de barrio. Hay lugares relativamente nuevos como la Nave o el Parque Central, pero ofrece como primer punto de referencia la Alameda. Si bien es muchas veces sinónimo de zona de mayoristas de librerías y textiles, actividad nocturna -teatro, bares- y muchas veces prostitución, guarda el secreto de ser durante los momentos de sol, silencio y poco trajín urbano de los fines de semana, lugar fascinante para recorrer en bici.

La Alameda es un paseo hecho peatonal que recorre unas 15 cuadras de la calle San Martín, desde la Avenida Las Heras hasta el límite con el Departamento de Las Heras. Refugia lugares bizarros, tradicionales e históricos al mismo tiempo, y cada vez me gusta más por el hecho de que no noté en estos últimos años ninguna moda inmobiliaria como sí pasó con el Bombal. Aunque se están construyendo varias torres sobre todo cerca del Parque Central, es poco probable que se «esnobice» ya que el estilo de vida que la caracteriza es único, muy silencioso y sobrio, hasta parco. Esquinas con construcciones viejas, hasta en ruinas, las típicas casa mendocina -cuya construcción tiene cero de lujo y todo de práctico en función de las restricciones de la provincia para construir por los sismos- y casas pintadas con colores raros son la regla de este barrio que es la excepción.
A veces encontrás stands con libros usados, productos agrícolas como miel o frutas secas, y a veces no encontrás mucho más que un pordiosero durmiendo y una señora que vende flores. No se llena los fines de semana como pasa por ejemplo con Chacras, o en Buenos Aires con Palermo en donde las ferias de artesanos, los negocios de ropa y los cafés invaden con su movimiento. No, la Cuarta se mantiene tranquila, cambia con el ritmo que los gobiernos municipales deciden, y en general trata de no cambiar mucho. Es bien mendocina 😉
Por otro lado la mezcla de la alameda restaurada (con bancos de metal modernos), se mezcla con las pancherías, los edificios antiguos, bares en donde tocan bandas y se presentan obras de teatro junto con establecimientos religiosos (hay varios por la Cuarta como el Centro Islámico o la mezquita) y hasta el edificio del Museo y Biblioteca General San Martín. Éste último me llama siempre la atención por el hecho de que justamente no me atrae para nada cuando voy en la bici por la calle. El frente está metido y hay una explanada rara que recorro con la bici hasta decidir por dónde sigo. La cercanía muestra los distintos ángulos de la construcción, que de chata pasa a ser muy interesante, sobre todo en las paredes laterales.



Por lo pronto lo sigo mirando desde afuera, entrar al Museo o la Biblioteca me recuerda a mi época de la primaria, cuando nos llevaban a muchos de esos lugares históricos y todo me parecía inmenso, impactante. Mendoza está llena de anécdotas sobre cómo se preparó la batalla libertadora que lideró San Martín. El General tenía su casa ahí, en la que vivió mientras preparaba al ejército para cruzar hacia Chile. Recuerdo las visitas al Museo, a la casa de Merceditas (su hija) pero de alguna manera, no quiero entrar porque temo re-encontrarme sillas rotas, libros con olor a tierra y pura melancolía.
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