El arte vive en Guaymallén

©MZ Inspiration
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Mientras planificaba el recorrido que haría en Guaymallén fui reflexionando sobre si esto de turistear incluye sólo conocer lugares, o también debería ser conocer personas que hacen de ciertos lugares, algo especial. Es algo muy viable si pensamos en turistear en las ciudades en las que vivimos, en donde podemos ir descubriendo y visitando atracciones de a poco.

Elegí esta localidad para hacer un paseo que me permitiera conocer ese íntimo círculo de inspiración, y esa forma de reflejar lo que pasa en los ciudades de algunos artistas.

Para turistear en Guaymallén descubriendo el arte, se puede tomar al Le Parc, atracción turística relativamente nueva, como punto de referencia para luego «rodear la zona»; como en otras ciudades en las que elegimos por ejemplo un museo o un parque para definir luego el camino a seguir. Cuando se instalan atracciones de este tipo, los alrededores se ven modificados, urbanística y socialmente hablando, y desde la actividad hasta las personas empiezan a vivir el barrio de otra forma. En estos días se puede ver el “detrás de escena”: artistas ensayando para las obras de la tarde y la construcción del canal de televisión Acequia allí mismo.

Allí encontré la primera pista de lo que sería mi destino final. ¿Quién no sueña con turistear en una ciudad y conocer al artista del momento? Esa pila de madera que interrumpía el paso me estaba pidiendo a gritos que prestara atención antes de elegir los artistas que iría a conocer.

Volviendo al descubrir o dejar que se muestre lo interesante, en este caso, las personas interesantes me tenían que abrir las puertas de su casa o taller. Puede sonar loco pero ya me había comentado una curadora de arte que algunos artistas conocidos muchas veces reciben gente, en general coleccionistas o fanáticos del arte que visitan ateliers como si pasaran a degustar vinos por distintas bodegas.

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Como no hay un mapa con casas de artistas, hice algunos llamados y llegué al taller-casa de Celina Dell Isola en el Barrio Ejército de Los Andes (a unas 20 cuadras del Le Parc), en donde fue mostrándome cuadro por cuadro su dedicación por reflejar la vida en en los pueblos huarpes de Lavalle, que se advierte en un cuadro curioso llamado «La Deuda Interna» en donde los carteles se salen de los límites que ponen los marcos, y que fue expuesto en el Salón Nacional como única obra de un artista mendocino en 2005.

Su inspiración fluye en el silencio de ese barrio y su casa incluye también obras de muchos otros artistas mendocinos que me mostró luego de una larga charla. Al final de un pasillo llegamos a una obra loca que se trataba de un camión de madera con una pilas de cosas: «Mudanza Imposible», de Federico Arcidíacono, quien me comentaba, era un joven talento, desopilante. Otra vez la pista de madera, en el mismo día: «Listo -dije- tengo que conocerlo».

Pero tuve que esperar dos días para poder visitar el taller-casa de Federico Arcidiácono cerca de la calle Mathus Hoyos, en Bermejo, imposible de no identificar ya que está lleno de restos de madera, de esculturas y pedazos de objetos.

Nuevamente un artista me abría las puertas de su casa, y de su lugar de trabajo, sólo por recomendación de otro, sin peros y sin tener claro de dónde había salido yo. Eso me hizo pensar en lo conectados que están los artistas de distintas generaciones, de distintas ramas del arte, que comparte el propósito común de vivir de su arte, y cómo se siente que forman en serio una comunidad.

La madera es el sello de Federico y la despliega por cada espacio que lo precede. El jardín es un repositorio de piezas de todo tipo, de las que han sido expuestas, de las que está construyendo y de las que arma y deja un tiempo reposando para que tomen forma e identidad. Pero no todo es conceptual ya que hace mesas de madera y hierro para bodegas, luminarias con madera lindísimas, entre otras cosas.

Su personalidad es única y su forma de vivir el arte me hizo verlo como un exponente de mi generación. Sobre todo, Federico es un artista comprometido con su ciudad y con su visión. Piensa en la universalización de su obra en Mendoza: que acá todos tengan un pedacito de su madera.

Cuando viajás mucho apagás la tecla de la cotidianeidad.

Se refería a esa cotidianeidad que permite la inspiración y la energía puesta en marcha para hacer las cosas a su manera. Mientras compartía conmigo sus mates, me hablaba sobre la importancia de producir algo que genere un antecedente en una persona, es decir, algo que trascienda y busque ser reinterpretado, desde un equilibrio entre la artesanía y la experimentación; entre ese misterio del que no se sabe nada y el detalle o la técnica que lo define.

Cuando la obra es muy conceptual queda muy cerrada y no logra generar algo nuevo, no está abierta a ese “ser reinterpretada».

Yo pensaba en la cultura abierta de internet, en vivir en beta.. nada que ver, pero sentía que nos entendíamos. Sin ser especialista en arte, lo llené de preguntas sobre su inspiración, su sentimiento hacia Mendoza, hacia el dinero, e incluso sobre qué pensaba cuando veía un árbol! Nunca había escuchado a un artista hablar con la sinceridad y poco pudor acerca del dinero con la que habla Federico, y me pareció alentadora su visión sobre cómo hay que bancar los momentos difíciles del arte sólo para llegar a vivirlo en plenitud.

Mi visita fue casi la de un turista que pasa a ver, a conocer y a seguir su rumbo. Le pregunté si recibía a cualquier persona y me respondió que todos los que quisieran conocer su arte eran bien recibidos; algo que quedó de manifiesto cuando me preguntó mientras me iba: «¿Y vos cómo te llamabas?».

Agradecimientos especiales para Ceci Romera, Maxi Uceda y Natalia Dell Isola.

Aviso de auspicio Gobierno de Mendoza. Imagen

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