El Arca: 8 años de economía solidaria en Mendoza

Lo que sostenemos es que la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y acumulación. Ello implica producir CON solidaridad, distribuir CON solidaridad, consumir CON solidaridad, y desarrollar CON solidaridad. Y que se introduzca y comparezca también en la teoría económica, superando una ausencia muy notoria en una disciplina en la cual el concepto de solidaridad pareciera no encajar apropiadamente. El Arca

La semana pasada fue el festejo número 8 de El Arca. Pasé por el depósito en el que comercializan sus productos (Granaderos 1551, Sexta sección), y luego por el nuevo establecimiento en el que van a embotellar sus famosas salsas y conservas.

El Arca conecta a productores con consumidores responsables, y es parte de un gran grupo de productores (y emprendedores) que está forjando una nueva forma de producir en Mendoza ofreciendo productos frescos, naturales, hechos con amor, y a un precio justo. Como imaginarán..el «justo» es muy relativo, pero en este caso el precio tiene una relación con el contexto en el que se elaboran dichos productos.

Cuando pasé por el depósito de la Sexta me atendió un cordobés que me mostró el lugar y  se presentó como «El cordobés de El Arca Córdoba», dándome además la novedad de que tienen presencia en otra provincia del país. Mientras señalaba el depósito me dijo: «acá tienen que hacer lugar para los envases que devuelven».

©MZ Inspiration
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Obviamente le pregunté de qué me estaba hablando y me comentó que parte de los valores y del espíritu de El Arca es que la gente devuelva los envases de lo que compró para que 1) le cueste más barato el producto 2) los productores puedan seguir envasando sin tener que comprar más y más 3) no contaminar o tener que comprar envases de plástico.

Luego llegó Pablo, uno de los fundadores, y con él fuimos en varios autos hasta el nuevo establecimiento de Las Heras. Pasar desde la Sexta hasta el establecimiento muestra varias cosas: el camino recorre unas veinte cuadras en las que pasamos de las casas lindas de la sexta, a la entrada del Parque, la Penitenciaría, las viviendas sociales construidas en los `50 (en el marco de la Feria de América), un canal seco con basura, ropa tipo de La Salada tirada en las veredas, muebles viejos en las calles, y…ahí llegamos al establecimiento.

El contraste lo produjo ver las caras de felicidad de la gente que se congregaba para su evento principal. Yo había llegado a la previa no tanto de un almuerzo, sino de un típico día para la comunidad lasherina. Pensé que iba a ver cómo enlataban la salsa, las conservas, pero como están recién mudados vi cómo en un pequeño jardín iban llegando todo tipo de productores, gente entrada en años y gente joven, chicas con mucha onda del barrio, y chicos preparados para arremangarse y ayudar. En una cocina cercana invadía un olor a empanadas exquisito.

No entendía mucho debo admitir, porque la gente llegaba con bolsas, canastas, y yo seguía pensando «¿Había que traer para llevarse todas las cosas ricas»? En realidad varias de esas personas llegaban con sus productos, que iban desde canastas de mimbre, lámparas, productos de tela, alcancías, chucherías y muchas cosas obviamente hechas por ellas/os. Un señor de unos setenta años me vendió las conservas de El Arca: compré aceitunas y dulce de alcayota hecho en Mendoza (16 pesos las dos cosas), yerba mate misionera a 8 pesos y salsa fileto a 9 pesos.

Oscar, uno de los integrantes del equipo fundador, me mostró la parte en la que van a cocinar y embotellar la producción (a la vuelta de ese jardín en el que se encontraban los productos), que por las reglamentaciones del INTI debía incluir cocina con azulejos, entre otras exigencias. Cuando me contó acerca del lugar, de lo que menos escuché fue sobre cómo producen y embotellan. De repente Oscar, de El Arca, en Las Heras, me estaba hablando sobre emprendimientos con términos que escucho hace años y que tomaron una relevancia shockeante: «estamos pensando en los chicos que están en la calle, queremos que vean cómo pueden hacer sus productos, analizar la viabilidad del mercado y venderlos». No estaba en ningún escenario, no lo estaban transmitiendo en Twitter, ni había gente con un badge en un Hotel fancy.

Por otro lado, creo que desde ese momento -y ahora- siento algo parecido a lo que escribió Paula en La Nación: «Comer bien toma trabajo, pero transforma la realidad más inmediata de la existencia: el cuerpo».

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Hernán

    Muy interesante experiencia. Ojalá sigan creciendo y demostrando que otra forma de producir, vender y vivir es posible.

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